viernes, 25 de marzo de 2011

Sadoyito Kua



Sadoyito Kua

Para comprender esta historia primero hay que observar las capacidades destructivas del ser humano y los destinos creados por la voluntad más oculta que a nuestro propio pesar termina siendo la real.
Existieron muchos supuestos y solo tres posiblemente reales, tres historias como el experimentado gato de Shroendinger llego a conocer. Sin embargo múltiples situaciones clónicas han sido creadas a partir de ese momento.
Aparte de mi esto solo lo sabía el cocodrilo.
I
El sonido del piano aun rebotaba en los oídos y  las gotas de agua de lluvia  de aquel día  se deslizaban sobre la grasa repetida en el pavimento del terminal. Los autobuses gruñían uno al lado del otro como algo que no debía escuchar.
Debía estar consciente y recordar todo lo que había sucedido hasta ese momento, dejar atrás la dispersión.
 Escuchar el piano hacía recordar.
 Sus botas anduvieron en la mañana filtrándose de agua y mojando las medias con  una extraña sensación suicida. Luego me dijo que siempre había pensado que el fin entraba por los pies, la muerte que estaba marcada en sus muñecas y no en los tobillos como debía ser. Entró en la cafetería llena de papeles de desayuno tirados por el piso, sucio, sin lavar desde el día anterior. Creo que le dijo algo al encargado de la caja, supongo que compraba una tarjeta telefónica porque luego salió y fue a un teléfono, lo vi llamar y cambiar su rostro sin emociones a un par de gestos – mirada perdida al infinito, luego resignación -. No entendí el momento hasta que la vi llegar, por eso me quedé al  otro lado de la calle, oculto, espiándolo, fisgoneando esa extraña vida.
La miré a lo lejos, desde donde estaba pude distinguir su falda a cuadros y las medias de malla rotas, no pude evitar el ligero cosquilleo en los testículos al recordarla. De haber sabido que esa seria una de las últimas veces que los vería juntos en público habría tenido una cámara y guardarlo en una imagen fija, al fin y al cabo estaba de espía ese día.
Los vi discutir y luego sentarse en el banco ante los autobuses, dejar atrás a la gente para retraerse, esa extraña magia que funcionaba cuando estaban juntos, a pesar de sus condiciones finales aun podían hacerla. Los vi reír, ya no discutían, el se acercaba a ella como me conto lo hizo una vez para seducirla cuando aun ella salía con Alex y ella se alejaba en su juego prenupcial. Eran su historia de ciudad. Eran su historia de ciudad final, la ultima vez y ni siquiera ellos lo sabían – estúpido de mi al no traer la cámara, el era mi amigo -. Supuse las palabras que se decían entre risas, los vi felices, justo al fin. Justo a su despedid.
Destino injusto.
Ahora después de todo comprendo a Erick el día que maldijo a los dioses y les dio la espalda.
II
Los dedos se entrelazaron en un nudo sin final desde las uñas fundidas hasta el termino del nudillo, subiendo hasta el brazo y terminando en las lenguas lanzadas como rayos húmedos atravesando sus bocas, un rastro de sangre metálico en los labios y el fin de un beso. Gene entrecerró los ojos y se hecho hacia atrás, solo la cabeza – Estúpido – logró decirle y miro a la ventana donde se pasaba de un paisaje a otro en efecto Doppler, el blur no dejaba observar lo que pasaba ante sus ojos. Por un momento los últimos 2 años pasaron como una película y se preguntó por lo que estaba haciendo en ese momento. No podía vivir y evitar las sutiles abominaciones que Erick le proponía y la obligaba a hacer para el placer de ambos como luego me contó.
Gene era especialmente pervertida, la conocí antes que él, siempre dijeron que era así por Erick, pero no, los conocía bien, ella era así porque él era así, habían nacido depredadores, como asesinos amantes. Yo los vi cazar juntos, en parejas, parecían dinosaurios raptores cuando se sentían atraídos por alguna hembra. Gene depravada, consumada hija de alguna antigua diosa prostituta, de cabello rojo y acento extraño convencía con su rostro de niña india a quien deseara. Si los ángeles caídos existían ella era uno de ellos, de eso estoy seguro. Erick había caído en su trampa sin ella tampoco poder escapar, como planetas en un eterno juego de gravedad.
Todo me lo había contado ella.
Gene continuó mirando al sinfín de imágenes que había al otro lado del vidrio incluso cuando el cayó dormido en la butaca. ¿Era la primera vez que viajaban juntos?. No podía recordarlo, aun así cerró los ojos y viajó hasta el día en que se conocieron. Un antiguo olor mental que podía hacerla volver a ese momento cuando lo deseara, una droga fijada a su hipófisis que la haría volver con solo recordar la sensación. Vio su soledad sentada en la silla de aquel bar chino que olía a orines de borrachos y el humo de los cigarrillos que le causaba irritación en los ojos, la cerveza de tercio que tomaba ese día, la tercera y que por la puta madre no sabía cómo comprarse la cuarta.
La chica pequeña de la cual nunca supo su nombre se acercó a la mesa y le ofreció un trago acido, de sus labios pendía una persistente gota de saliva que la hizo remarcar un rictus de asco en la boca y sin embargo bebió, ni siquiera le importaba mucho de quien vendría esa noche, solo embriagarse, estaba sola – Gracias – fue lo único que dijo en su extraño acento. Bebió otra a cuenta de la chica pequeña y luego apareció el tipo de cabellos largos y de rulos, tatuado.
– ¿Que haces aquí sola? Le dijo sin más. – Soy Erick ¿y tú? –
Ella no respondió al principio, solo sonrió mirándolo.
Erick miró el fondo de la botella marrón donde solo quedaban 3 o 4 centímetros de cerveza, apuró el último trago de su botella y volteó hacia la barra llena de personas solas, que no se conocían entre sí, a quienes no importaba quien podías ser sino lo que ofrecieras. El antro chino donde todos los asiduos de la noche rockera y de cualquier otra tribu urbana terminaban, en el cual él era conocido por todas las noches de pendencia y parranda. Hizo un ademán con un billete en la mano a uno de los habituales que se acercó, un tipo con una chaqueta de cuero negro muy antigua y cabello largo como la mayoría, era igual a todos salvo por la boca enorme que asemejaba una gran fuente: - Compra dos cervezas para nosotros y una para ti –.
- ¿Y si no hubiese querido otra cerveza? – dijo Gene con todo el peso de su malicia.
- Me la bebo yo – dijo Erick como un látigo. – Pero sé que querías la otra, comenzaste a beber rápido, luego paraste y no creo que haya sido porque estabas mareada, te he visto y no te vas a la cuarta cerveza -.
A Gene casi de inmediato le interesó aquel tipo bruto, le gustaban los tipos duros, los chicos malos. Si hubieran sido personajes de una historia rosa podría haberse dicho que fueron flechados en aquel momento pero no, sus vidas no lo habrían permitido, fueron atravesados por pedazos de metal candente que los marcó desde esa noche. Aún no estoy seguro si alguna vez ellos lo supieron, es posible que de alguna manera lo hayan hecho, sin embargo, siempre fue tarde para ellos.
Ella bebió un sorbo, buscó en su cartera un cigarrillo blanco y lo encendió, Erick la miró y le dijo: - ¿Como te llamas? - 
- Génesis – Respondió y estiró su mano  para estrechar la otra.
Así fue como se conocieron.
Erick se despertó al día siguiente con las botas puestas y sin saber donde estaba, esa noche había dormido solo y no sabía porqué, la borrachera  aún rondaba su aliento, y la irritación  en la garganta lo hizo maldecir la media caja de cigarrillos que tenia al lado del colchón en el suelo y lanzarla contra la pared. Se sentó casi en la orilla de su cama. Silencio. Era lo que más podía escuchar a través de su cabeza embotada por el dolor, como si fuera  una corona de mierda sobre ella que se había sembrado.
– Puta alarma – susurró, luego miro hacia el celular sobre la mesa de la computadora que repetía el sonido de aviso y se dio cuenta  de que no era la alarma sino un mensaje de texto: **** ¿Buen día, que tal amaneces? Me está matando el dolor de cabeza. Las cervezas que me compraste creo que estaban envenenadas, no se las tuyas ;). Este es mi número , soy Gene****
 Por un momento se preguntó quién coño sería Gene, Luego desde la cama y con los ojos fijos en el techo en una especie de abstracción recordó los últimos momentos de la noche con ella, recordó cuando trato de cruzarle un beso a la boca en la puerta del taxi y ella hábil había movido la cara a último momento, incluso recordó al tipo molesto que la llamaba cada 10 minutos al celular para decirle cualquier cosa y terminar lo que decía con un “tequiero”, recordó cuando la dejó y se fue otra vez  hacia el bar de Dorys como se llamaba la china que era la dueña y adentro estaba Rebeca que buscaba con quien irse a dormir esa noche, se le acercó y se bebió un par de cervezas mas con ella, hablaron en la misma mesa donde había estado Génesis, ella le dijo que siempre le había gustado y luego de eso fueron al baño a meterse mano, a chuparse los sexos un rato hasta que Dorys los descubrió y los corrió mientras amenazaba con llamar a la policía. Para cuando salieron del bar ya la noche comenzaba a verse como un retoque de photoshop hecho por Erick bajo una nota de  acido. Hacía frío. Caminaron hasta el boulevard donde  hacía rato ya no había luz sino basura en el piso y borrachos en las esquinas, Rebeca lo tomó de la mano y casi lo arrastró hasta una pared donde le metió una mano dentro del pantalón y lo beso, luego se volteó y se bajo los pantalones de cuero quedando con el culo al aire, no usaba pantaletas cuando usaba cuero le había dicho hacia menos de una hora cuando estaban en el baño del bar. El se acerco con el cierre abierto y la penetró por detrás haciéndola gritar. 10 minutos y ella empezó a gemir un orgasmo ebrio, miraron luces de colores y los pantalones que subían a prisa porque la policía llegaba a esa hora. Maldita hora en que aparecían a joder a los amantes de la calle en vez de perseguir ladrones.
Acostado a lo largo de la cama en el piso rió recordando a los policías pidiéndoles la cedula y como le miraban el trasero brillante de negro a Rebeca y ella que les decía que eran esposos. El tipo gordo de bigotes les decía que los podían llevar presos mientras el otro daba vueltas y escuchaba el radio haciéndose el loco. Solo se fueron cuando les quitaron el dinero que les quedaba y luego Rebeca gritándole:
- Maricón ¿no podría ser tu esposa? ¿Me coges en la calle y después te cagas de la risa por lo que dije? – Y el corriendo calle abajo mientras esquivaba el bombardeo de  botellas que ella muerta de la borrachera lanzaba. Llegó tres cuadras después cansado y solo al edificio, abrió la reja, subió los dos pisos, sacó la llave de la puerta y entró.
Durmió desde esa madrugada  hasta el mediodía.
No había jabón en la ducha y no le importó, había detergente para platos en el lavamanos que usaba como fregador. El baño era pequeño pero se ajustaba a lo que quería, hacía 4 meses que vivía en la oficina que tenía alquilada, de esa manera economizaba el dinero para los hoteles. El tipo del edificio se quejaba de los condones en el depósito de la basura y obtenía siempre la misma respuesta: silencio. A Erick no le importaba, el pagaba su alquiler al día y era lo único que debía importar. Podía usar la  oficina de 120 metros cuadrados que tenía alquilada como casa, motel, o bar si le venía en ganas. Hacía rato había mandado todo a la mierda. Desde que se separó de Alicia vivía como quería – como siempre había sido -.
Había dejado a Alicia a pesar de las quejas de los amigos. Era una de esas mujeres que salen en portadas de playboy. Siempre nos dimos vueltas y hacíamos bromas acerca del porqué un animal de las tribus urbanas como Erick era capaz de tener una esposa como ella. Sus pies eran de tacones rosados, no habían tenido terminación humana sino de fábrica, eran perfectos y en la pantorrilla en interrogación tenia estrellas tatuadas, el sabor perfecto lo causaba su trasero en corazón y hoyitos a la cadera. La vez que la conocí llevaba pantalones bajos hasta el borde de la pantaleta sobre la piel blanca y una camisa de hilo que fabricaba un comercial perfecto de senos desnudos. Andaba a cámara lenta, el cabello rizado y retorcido moviéndose desde el tacón, su rostro de bruja y mi facción de imbécil mientras me acercaba.
Estaba en la catedral, venían juntos y por varios momentos pensé que caminaba sola. Era tarde y me dijeron que venían del cine. Sus vidas juntos eran dispares. Ella, cotidiana y conservadora. El, un perro callejero. Jamás entendí porque no se había hecho actriz porno o dama de compañía. Quizás de esa manera habría tenido alguna oportunidad.  

III
-       Mi borracho amigo, ¿crees que puedes con un par mas?. Todas las cosas que hay aquí son para ti, esta taguara y sus mujeres, las que están afueras y la amplitud de la noche que te acompaña, la delgadez del tiempo que te acompaña, eres todo y nada.
-       Pide la otra y no jodas con mierdas. ¿De que diablos hablas? Quiero otra y ya. –
-       Jaja – Manuel trae otra ronda. -
-       ¿De que mierdas hablas? Dame un cigarro.
-       De la noche y de ti. ¿Crees que es posible que toda esta gente a tu alrededor ni siquiera sepan que están vivos?. Solo trabajan para venir aquí una y otra vez y pensar que están escapando de sus mañanas y tardes esclavizantes. – Dime algo. ¿Te parece justo? -
-       Ah, ya entiendo, esto es una pea filosófica y no, no me parece justo -
-       Fíjate de la tipa que está en la barra, la que está parada al lado del tipo gordo que te saludó cuando llegó. – Deja de mirar como estúpido, sal de la pea y obsérvala
-        Aja y ¿ahora?, le veo el culo
-       No, tonto de ti. ¿Que puedes ver en su mirada? -
-       Mmm. ¿Mirada de puta?
-       Estúpido bastardo –  En un susurro. – ¿Hasta cuando perderé mi tiempo en esto. Esta mierda será eterna?
-       Cabrón que me hablas así, ¿que carajos quieres decir? -
-       Mírala, esta sola, le dice al tipo de chaqueta negra que debe irse, que su esposo la espera pero ella no se quiere ir y tampoco quedarse con él. Quiere irse con tu amigo de la franela con la mata de ganja, el quiere pero no sabe que ella si, de hecho ni se conocen pero esta que se va, mataría por una noche con el y te juro que le importaría un carajo su esposo y el peo si de verdad tuviera una noche que valiera la pena con una buena revolcada y un tipo que le guste de verdad o que por lo menos que pueda sentirse libre y salvaje. Escapar de la puta cotidianidad que la esta matando. Tuvo 2 hijos con el tipo que vive y ya pues, como una vaca a criar, malpolvo el marido, 10 años de casada y aun deseable. ¿Qué crees que pase ahora? -
-       ¿Que lo coja?
-       Pequeño humano tonto, si su deseo es igual o mayor al deseo de mata de ganja el encuentro será inevitable, no le importará el marido malpolvo ni hijos ni casa, ni un coño.  ESTA NOCHE VOLVERÁ A SER MUJER. -
-       Ahora si creo que me comí no uno, sino dos papeles. Esto es una tripa mía, me metí mucho  y ya, déjame controlar la nota
-       Estas borracho y no tanto como para no ver eso. SABES que puedes ver. Por eso vine cuando me llamaste. Soy igual que tu. SOY SIN PRINCIPIO Y SIN FIN, SOY LA AMPLITUD DEL ESPACIO Y LA DELGADEZ DEL TIEMPO, SOY TODO Y NADA PORQUE MI NOMBRE ES LA OSCURIDAD Y MI ESCENCIA ES LA PRIMIGENIA DE TODAS LAS POTENCIAS -.
El espacio de la mesa se hizo corto y atemporal, Erick no logró escuchar nada de lo que le decía el chico de 20 años al que le había dicho que le invitara las cervezas, sin embargo por un momento antes de borrarse de la borrachera extraña y pesada su subconsciente fijó cada una de las palabras en blanco y fuego. Luego en su inconsciencia  tampoco recordaría el juramento solemne sobre su propia vida y el orgullo del demonio al que había llamado esa tarde mientras se masturbaba al lado de las velas.
- Polvo al polvo y a la maldición nada - fue lo que entendí en su voz la noche que lo encontré deambulando solo frente al parque, estaba inusualmente borracho y vociferante, entre balbuceos decía que sería en la última noche de Julio, la de él y la mía, estaba tan borracho que no pude recogerlo del piso cuando se me soltó del hombro cuando lo llevaba a casa de Alicia. – Bueno hermano, amaneceremos aquí, duerme en paz – le dije y no contestó, aun me quedaban 2 tercios de la botella que me había traído de la caballeriza. Ahí nos reuníamos los fines de semana o cuando se podía entre semana, la verdad es que a ninguno nos importaba el día en el cual estaríamos allí con los altavoces a todo el volumen y los muebles rotos. La caballeriza le decían pero nunca entendí el porqué, creo que nunca tuvieron caballos en esa parte de la casa ni en ninguna otra parte. Era solo el nombre que le dábamos.
El ángel del destino me había llevado esa noche a la cocina mientras Edgar, Tomás, Orlando y Ana María estaban afuera en la noche abierta y llena de oráculos estelares. Entré al baño y salí al pasillo, de entrada no se vería de ninguna manera pero de salida si pude ver la botella escondida tras el tablón que evitaba la entrada del perro que vivía afuera, estaba entre el tablón, la esquina verde del mueble y el resquicio de la puerta. Como habían dicho que ya no quedaba nada de ron y supuse que esperaban que me fuera para destaparla la robé como debía ser, ella esperaba por mí y yo estaba allí para ella, amor escondido que se realizaba entre nosotros.
Cuando salí fui a la entrada del parque, era la única parte donde no me buscarían, me había venido con la última botella que quedaba, no creí en ningún momento que se quedarían en casa esperando que yo apareciera a devolverla. De cualquier manera cuando encontré a Erick pensaba en amanecer en el parque solo y borracho, ya no tenía dinero para el taxi y aun faltaban 4 horas para que el transporte comenzara a trabajar. No teníamos a donde ir esa noche, estábamos lejos de casa.
- Cabrón, roncas como león – Dije antes de perder los últimos recuerdos de la conversación y dormir hasta que las personas caminaban a sus trabajos y las cornetas de los carros y autobuses me despertaran.
            Desperté porque las hormigas me caminaban por los brazos, había dormido sobre un nido y me picaban – ¿conoces la picadura de una hormiga?, ¿si?, entonces imagina quince o veinte picadas, quizás más, tenía los brazos hinchados y el escozor era como fuego ardiente, el ácido ascórbico disolvía mi piel a niveles microscópicos, quería arrancarme la piel estando en el piso boca abajo. – No te muevas – oí decir, en el paroxismo de la irritación no logre reconocer la voz que me hablaba y que me hizo quedar inmóvil por un segundo, esperé que fuera la policía, el vigilante, el dueño del parque, el cura, que se yo pero lo único que sucedió fue el insólito baño de liquido que caía sobre mis brazos escoriados, era un chorro de orine de borracho, fétido y caliente.
            Erick había meado sobre mis manos.
            - Loco del coño, cabrón, ¿que mierda haces? –
            - Estas muy picado, el orine te corta el efecto del veneno de las hormigas y las                     avispas – Fue lo único que obtuve como respuesta aparte de la carcajada desconsiderada que soltaba el hijo de puta de mi amigo.
            El sol se apuraba en salir tiñendo en tonos de azul frío los colores del parque, las sombras se retiraban por las paredes que limitaban pintándolas de blanco sucio y graffitti, las botellas rotas se amontonaban junto a las latas brillando en tonos de multicolor. Erick caminó adelante, se detuvo en la esquina de la salida sin mirar hacia atrás hasta que me acerqué, me miró, rió un momento y salimos a la calle. La calle atormentaba con los sonidos que proferían las bestias con ruedas, su olor a polvo sucio era casi refrescante para los animales de ciudad que éramos, su sangre hirviente como solía decir Erick y era cierto, nosotros le dimos la vida a esa ciudad llena de zombies y robots. La ingrata ciudad que luego nos exilió y se quedó llena de amores separados, llena de nostalgias y contaminaciones. Se había condenado a si misma a morir de orden y maldiciones. Enferma de centros comerciales y edificios nuevos.